Para escuchar en casa
12 septiembre, 2020La Beriso, Luna y streaming
13 septiembre, 2020Abel, primero. Abel Pintos una vez más demostró que es el número uno de la música popular en Argentina hoy.
Con un concierto sin público presente como nuevo desafío, Abel se plantó en la noche del sábado 12 de septiembre en medio del escenario de La Usina y allí, casi en penumbras, coronado por el gran equipo de músicos conformado por Ariel Pintos, Marcelo Predacino, Alfredo Hernández, Alan Ballan, Ervin Stutz , Carlos Arin y Colo Belmonte, se dedicó a vivir y a compartir su presente en el lenguaje de las canciones.
Y eso es lo que Abel quería, compartir. Que no fuera solo un manojo de canciones. Vivir y compartir. Y así se hizo.
Y fueron entonces más de 20.000 personas las que participaron del streaming y más de 15.000 las que se conectaron por Radio Nacional, una radio que a la vez lo conecta a él inmediatamente con sus orígenes, recordando las seis canciones que ese chiquito hizo 25 años atrás en su auditorio.
Más de 30 canciones para celebrar su presencia en un escenario, esto de seguir cantando más aun en estos tiempos difíciles del mundo.
Abrazado por un notable juego de luces, Abel fue puro sentimiento en la noche. Quiero cantar, El adivino, Como te extraño para comenzar la velada. Ese cuentito al oído que es Mariposa, el dolor de Oncemil y el otro dolor de El mar. El desgarro de El Antigal, como siempre, a pura voz y corazón. La esperanza de Aquí te espero.
Puro sentimiento dije. El presente, este Abel en flor, antes de la primavera. El de El Hechizo, el de las cumbias y sus bailecitos…
Qué importa saber quien soy, ni de donde vengo, ni por donde voy… Es Abel, viene de la gente y va por esas canciones llenando de amor el mundo…”Resacas del amor, que no me matan, me hacen ser feliz”.
Cuando un artista disfruta y se le nota, el espectador disfruta dos veces. Así, fuimos felices con el poder de las canciones, con la emoción del presente, con el tributo al maestro León y su hermosa Pensar en nada; con el himno Motivos; con El Alcatraz y Revolución, que aparecieron latiendo en las mismas dosis de energía salvaje como si estuviéramos ahí, en esa platea imaginaria que Abel supo dibujar aun sin tenernos presentes en el lugar. El artista sabe de la unión profunda con su gente.
Abel supo manejar con destreza y sensibilidad la novedad menos pensada, eso de que alguna vez iba a cantar y nadie iba a estar escuchando en la sala. Mas, su dominio de escenario mostró que no tiene fronteras, dotando cada palabra, cada gesto, cada canción de una entrega infinita que rompió todas las pantallas, todos los filtros, todas las barreras.
Nada nos quitará esa especie de congoja por no poder aplaudir tanta lejana cercanía.
Nadie podrá callarnos el “cambiaste con tu amor mi vida entera” que sonó en cada casa en un No me olvides susurrado, inolvidable. Como esa cara de infinita felicidad al cantar Piedra Libre, esperando a su primogénito, que será imborrable, justo antes de una versión demoledora de A-Dios.
Abel no tiene seguidores. Abel no tiene fanáticos. Abel tiene una hermosa familia que no se puede contar. Infinita y creciente. Semillas del corazón sembradas en canciones, dan una enorme cosecha de alegría y agradecimiento. Pura vida, que le dicen.
Nosotros también te pensamos, te seguimos, te extrañamos.