Pablo Alborán en Villa María
12 febrero, 2019Festival Buena Vibra
12 febrero, 2019En una temporada que ya va cerrando, anoche se entregaron los Premios Estrella de Mar, un reconocimiento a toda la delegación que llega desde la Capital Federal y sobre todo un fuerte reconocimiento a la actividad local en Mar del Plata.
Estos fueron algunos de los hacedores distinguidos en la velada.
Raúl Lavié fue el gran y emocionado ganador del Estrella de Mar de Oro, premiado por su actuación en La Jaula de las Locas.
Atravesando la terrible pérdida de uno de sus hijos, el Negro, un artista enorme, dedicó el galardón a sus nietitos.
Sugar, fue el espectáculo más premiado, llevándose Estrellas en cinco categorías: Mejor Comedia Musical, Coreografía, Escenografía, Vestuario e Iluminación.
Nacha Guevara fue distinguida por su trayectoria.
Hubo Estrellas para Leonor Manso, por 40 días y 40 noches; para Juan Leyrado por Un enemigo del Pueblo; para Fabián Vena por Conferencia sobre la lluvia; para Una Mujer ardiendo como espectáculo de teatro Marplatense; para Somos bien argentino; Nuevamente juntos un amor de revista, como mejor revista; Moldavsky en humor; La H no murió, mejor recital, se llevó su premio con el espíritu del metal intacto, entre otros más.
Algunos nombres, solo algunos de los muchos talentos premiados anoche.
En la ceremonia, no todo fue alegría, ya que hubo artistas que se manifestaron reclamando por los tarifazos, reclamando libertad y condiciones para expresarse.
Decir gracias.
Poder decir.
Siempre se dice que una entrega de premios es un mimo.
Un reconocimiento al talento, a la labor desplegada en una determinada disciplina.
Un agradecimiento en forma de estatuilla al esfuerzo y al trabajo bien hecho.
En temporada de teatro de vacaciones, uno podría intuir que los premios tendrían que ser aun más festivos. Pero no, te lo agradezco, pero no.
Alguien tuvo la desafortunada idea de no permitir a los premiados, a nuestros queridos artistas, expresarse en forma de agradecimiento, algo tan natural en una entrega de premios, como el cartelito que suele ponerse en el atril con la leyenda de “sea breve”.
Los organizadores quizás apelaron a esta modalidad pensando en abreviar la ceremonia… Tal vez debieran pensar que eso es una entrega de premios: uno entrega un premio, se aplaude, se festeja al ganador y entonces, llega el agradecimiento, se comparte la alegría y la emoción.
Parte del folklore de las entregas de premios pasa por esos minutos de visibilización, donde cada ganador elige lo que quiere decir.
Lo que ocurrió ayer fue otra historia, la historia de una decisión un tanto ruin.
No poder decir gracias. No poder decir.
Eso tiene otro espíritu, muy lejos de querer acortar los tiempos de una entrega de premios.
El olor rancio de la censura no debe pasarnos inadvertido.
No otra vez, no en un país que consiguió su libertad con tanto dolor.
El silencio NO es salud. NUNCA. NUNCA MAS.