NTVG Manos a los Obras
22 noviembre, 2018Cambiá el trato
23 noviembre, 2018Los 30 años de Ey!
El presente de La Ciudad Liberada.
Quizás él, simplemente él, celebrando lo vivido.
Fito Páez reafirmó en el primero de sus shows en el Gran Rex, el sencillo acto del disfrute.
Algo especial, una corriente de innegable cariño entre artista y público, se adueñó de la sala y se convirtió en protagonista.
Las luces hacia la gente, Fito invitando a sumar el cuerpo a la emoción, arriba, con palmas, con coros. Festejar, jugar.
Nos necesitaba. Lo necesitamos.
La piel sensible por demás, Fito ofreció su corazón, a mi se me ocurre más de par en par que nunca.
Más de una vez se notó que se le quebraba la voz al hablar, como cuando pidió el reconocimiento de la gente al maestro David Lebón, presente en la platea; o cuando agradeció el apoyo para el Refugio Monteagudo.
Para los dos shows se prepararon acciones para ayudar, en el hall hay remeras a la venta y se podían llevar alimentos no perecederos.
Más de 400 personas en situación de calle, acuden al Refugio cada día y sienten que este espacio es “su casa” . Están pasando el peor momento desde su creación, no reciben aportes de ningún partido político ni religioso, solo cuentan con la ayuda de la gente.
Hubo canciones de todos los tiempos, y Ey! tocado de punta a punta, para los que lo escuchaban por primera vez en vivo y para los que revivíamos un disco maravilloso.
Lejos en Berlín, Solo les chiques (versión 2018), Tatuaje Falso, Polaroid de locura ordinaria, Canción de amor mientras tanto, Dame un talismán, Resaca (!!!), Cacería… y una larga secuencia de imágenes para tener nuestros pies sobre la explosiva tierra, para La Ciudad de los Pibes Sin Calma.
Fue una gran noche para Páez y para el público. Como una perfecta armonía de chakras, fluyó espiritualidad, energía, pensamiento y esa amorosidad divina que surge de un artista cuando quiere tocar y cantar de verdad.
Fito Páez, presente en el Gran Rex.