Vacaciones de invierno en el Parque de la Memoria
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24 julio, 2019Un acontecimiento.
Eso es.
Un acontecimiento teatral. Porque ocurre en el teatro, pero no es una obra, no. Ocurre. Nos ocurre a todos.
Salgo de ver Imprenteros, la apuesta de Lorena Vega y me encuentro arrasada por la emoción.
¿Qué pasó? me pregunto…mientras cuelgo fotos en los hilos dispuestos alrededor de la sala. Fotos con la historia de Lorena y sus hermanos, que podría ser la historia de cualquiera de nosotros.
Me abrazo a Lorena fuerte, beso su cabeza que armó ese combo visceral mezcla de justo reclamo y homenaje al padre, aun con sus claroscuros. Beso sus manos que escribieron la pieza. Beso la niña que fue, porque el teatro sirve para eso, para encontrarnos con los que fuimos también nosotros, para sanar nuestros propios dolores y poder perdonar.
Es que por ese escenario ha pasado la vida. Así, una ráfaga. Con amor y con dolor de verdad. Con bronca y con melancolía. Con humor rabioso y sobre todo, con prepotencia de trabajo. Y con algo que clama por ser. Un lugar que es propio y del cual los han expulsado. Un recuerdo agridulce, hasta que el tiempo nos deja aceptar que somos frágiles e imperfectos. Un oficio que ilumina las vidas. Una identidad que no puede ser alterada, más allá de cualquier cerrojo. Un deseo de descansar en paz, finalmente, en el mar.
Imprenteros es la puesta en escena de una parte de la vida de los Vega.
Vega Lorena, Vega padre, Vega Hermanos.
Lorena Vega, actriz brillante, (pero brillante de verdad), armó un rompecabezas que nace de un suceso familiar desafortunado: los últimos hijos del padre, (medio-hermanos de los tres primeros) han impedido cambiando la cerradura, el paso al que supo ser el taller de su padre, gráfico, imprentero, comunista, lindo, tramposo.
ph Carlos Furman
Es entonces Imprenteros en principio un reclamo genuino de herencia y legado. Pero mucho más allá de lo económico, hay en juego un patrimonio que puede resistir cualquier candado.
Lorena apela a su memoria y comparte con los espectadores el olor del taller, las trampas de su papá, los enojos, la entrega absoluta de una hija.
Presente también la historia de cada hermano, se siente con ellos cada una de las vueltas del duelo. El camino del dolor, la aceptación de la impronta de ese padre en sus hijos, aun a su pesar…El oficio. El valor de la transmisión del oficio.
Definitivamente hay en Imprenteros mucha vida rebotando en el escenario.
Imágenes que se hacen escena actuada gracias a compañeros actores y actrices, sonidos recreados, recuerdos plasmados en distintos soportes. Un momento memorable del festejo de 15 que se convierte en una pieza de antología de lo que es la manipulación en una familia, todo con el toque bizarro de los cumples de 15 rasados, recargados, rococó rosados.
Este 27, con localidades agotadas cierran otra temporada.
Imprenteros.
Vuelven en Octubre y no me voy a cansar de decir que vayan a verla.