El Fidae marcha sobre tablas
17 agosto, 2019Lavandera Persa
20 agosto, 2019Decía que no le gustaba que lo llamaran maestro.
Que él no era maestro porque él estaba siempre aprendiendo.
Que si él era maestro, qué quedaba para Favaloro…
Pero, aún a su pesar, José Martínez Suárez fue un maestro.
Porque sus obras hablan por él: El crack, Dar la cara, Los chantas, Los muchachos de antes no usaban arsénico, Noches sin lunas ni soles.
Porque sus alumnos hablan por él: los que pasaron por el exigente taller, por su enseñanza, o los que pudieron captar fragmentos de esa sabiduría que compartía cada vez que daba alguna charla.
Porque sus años al frente del Festival de Cine de Mar del Plata mostraron su capacidad de tomar riesgo y apostar siempre por una cinematografía diversa y renovadora.
José fue único.
Una fuente inagotable de conocimientos y de energía.
Insistente y persuasivo, cuando consideraba que había que ver tal o cual película.
Riguroso sin tregua, a la hora de la formación de nuevos cineastas.
Irónico, gracioso con las anécdotas, pero también sensible a la hora de compartir recuerdos de quienes fueron sus compañeros de ruta en el mundo del cine.
Elegante, un dandy a los ojos, siempre con algún guiño sobre la edad. La de él y la de sus hermanas, claro.
José era capaz de parar a los gritos una proyección cuando había algún error o de pararse en la oscuridad y aclarar a viva voz cuando algo no le agradaba o no había sido su decisión.
Cada uno de los Festivales con él están plagados de historias, de risas y sobre todo, de amor por el buen cine.
Nos deja tristes, José.
Mar del Plata lo aplaude.
El cine argentino lo aplaude, de pie.
Y sabemos, José, usted ya estaría haciendo alguna de sus locuras para que dejemos de aplaudir, nos sentemos…y que empiece la película.
Que empiece la película siempre, José. Gracias.
Vamos a compartir en Las Nuevas Temporadas durante estos días algunas reflexiones del Maestro, tomadas en el último festival que lo tuvo como presidente.