Se viene el Green Film Fest
16 julio, 2018Ant man and the wasp en 60 segundos
16 julio, 2018Yo no duermo la siesta , tras cuatro temporadas, tras más de 100 funciones, está llegando al final de sus representaciones. Al menos las de estos días, en el Espacio Callejón. Se sabe, el teatro que refleja y se mete en la gente, no se termina nunca, adquiere otras características y queda a la espera de nuevas tardes o noches para soñar.
La obra de Paula Marull, protagonizada con verdad absoluta en su mirada, en sus hombros cansados, en sus retos y en sus retaceos por María Marull, junto a un sólido y sensible elenco, juega a dos puntas.
La de los sueños propios de una empleada (un amor, una casita propia…), que a la vez poco espacio tiene para erguirse y desear, ya que es sostén fundamental de una familia en la que la madre trabaja todo el día, hay un tío con algunas dificultades para valerse por sí mismo y hay también una niña que cuidar. Dos en realidad…la vecinita de enfrente que vendrá a ponerle picante a la hora de la siesta. Y ahí está la otra punta del ovillo.
El modo en que Marull retrata los sueños, el esfuerzo, el cansancio, el miedo a entregarse al amor o las travesuras de la infancia, los peligros reales y los peligros fabulados por las niñas, los límites que cruza un chico un poco pidiendo a gritos salvarse, tienen una conexión directa a la emoción de la memoria del espectador.
Las chicas son de colección. Luciana Grasso, Agustina Cabo, brillantes.
Marcelo Pozzi, un grande, como siempre.
Sandra Grandinetti y Mauro Alvarez completan un cuadro para aplaudir fuerte.
Paula Marull es pura sensibilidad, transmite el eslabón perfecto al recuerdo individual y colectivo.
Los elementos que pone en la escena, las diversiones a las que puede animarse un niño mientras los grandes duermen la siesta, los vestidos de otros que nos probamos, las canciones del amor que se espera, navegan en esa felicidad afectada, que ya sabemos, puede durar un ratito…
Navegan en ese espíritu de siesta de otros tiempos.
De ese tiempo en la vida, en que el ser humano aún se permite soñar y jugar libremente.
YAPA! Porque si ya fuiste, saliste cantando…