Por el Dinero
14 noviembre, 2019Las Buenas Intenciones
15 noviembre, 2019El hombre que concitó la atención con el corto Trillizas Propaganda! y que llamó a nuestras emociones con Como funcionan casi todas las cosas, vuelve a Mar del Plata con una historia que una vez más se pregunta si existe el amor, si existe la muerte y si finalmente existe alguna chance de poder ser feliz mientras tanto.
“¿Cómo ser feliz?” se preguntaba en la primera película. Ahora, en el nuevo largo, Fernando Salem se vale de la obra de Romina Paula “Agosto”, para interpelar a sus personajes. Para interpelarnos.
“¿Sos feliz?”
La respuesta está en al andar de la protagonista de esta historia y en su sombra.
Antonella Saldicco se luce en la composición de una joven dolida pero sin desbordes, feliz… aunque no se note tanto.
Emilia atraviesa el duelo por la muerte de su mejor amiga y será convocada para acompañar la ceremonia de esparcir sus cenizas al viento, de soltar por última vez. En ese viaje se enfrentará al dolor en carne viva de los padres de su amiga, a la propia historia que ella dejó atrás y a un viejo amor, de esos que aun nos impregnan, de esos que cuesta ponerles llave y cartelito de pasado.
Lo de Romina Paula. Ese universo de Romina. Ese universo de fragilidades hermosas: “…no pude evitar conmoverme, pero fue tanto que no lloré”.
La película logra plasmar el perfume único de esa escritura, valiéndose de actuaciones sensibles, pero secas, como pasa en el universo de Romina Paula. Hasta ahí. Lo cual sólo se logra con grandes intérpretes. Van los aplausos para Antonella Saldicco, para Justina Bustos que encarna una sombra triste perfecta, para el enorme Osmar Núñez, para Agustín Sullivan, Francisco Lumerman y la conmovedora madre que hace Susana Pampín.
La muerte no existe. Y el amor tampoco. Por suerte existe el cine, que a veces ayuda como antídoto y reflejo, para que el mientras tanto del camino a ningún lugar, duela un poco menos.
Compite en Mar del Plata en la 34 edición, en Competencia Argentina y de yapa, para que se parta un poco más el medio del pecho, suena Santiago Motorizado con su sonido inconfundible de melancolías sueltas al viento.